Desde su nombramiento en marzo de 2013, Jorge Mario Bergoglio —el primer Papa latinoamericano y jesuita en la historia de la Iglesia— marcó una inflexión en el vínculo del Vaticano con los grandes desafíos sociales del siglo XXI. Su pontificado estuvo signado por una posición moral firme en defensa de los más humildes, mediante la denuncia de los sistemas de exclusión, así como por el intento – aunque no con los resultados que hubiera querido – de forjar una Iglesia más comprometida con los marginados.
En su primera exhortación apostólica, denominada Evangelii Gaudium, no tardó en posicionarse en contra de un sistema pautado por “una economía de la exclusión y la inequidad”. Desde entonces, Francisco sostuvo una crítica feroz a un modelo económico que profundiza las desigualdades sociales, calificándolo como “una economía que mata”. Dichas palabras no sólo han resonado en la Iglesia católica, sino también en el mundo de la política, el activismo social y la academia.
Por su parte, con la publicación de Laudato Si’ en 2015, Francisco reflexionó en torno al vínculo entre las crisis ambiental y social. A partir de la afirmación de que el daño a la naturaleza implica también un daño a los pobres, propuso un nuevo paradigma ecológico que contempla la justicia social como parte intrínseca del cuidado del planeta. “No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socioambiental”, escribió.
Asimismo, su pontificado se ha caracterizado por la defensa incondicional de los migrantes y refugiados. En cada viaje apostólico, Francisco reclamó por políticas que contemplen los derechos humanos de aquellos que huyen de la pobreza, la guerra o el cambio climático. Como ejemplo de ello, se puede destacar su viaje a Lampedusa, símbolo del drama migratorio en el Mar Mediterráneo, siendo su primer viaje fuera del Vaticano en julio de 2013.
Ante estos y otros desafíos, Francisco convocó a jóvenes académicos y líderes sociales a repensar el futuro del planeta. Iniciativas como La Economía de Francisco reflejaron su deseo de incidir no solo en la moral personal, sino también en la transformación de las estructuras globales. Es por estos motivos que su mensaje ha resonado en movimientos populares de todo el mundo, configurándose como una referencia fundamental para quienes luchan por un mundo más justo.
La visión de la iglesia latinoamericana y su vínculo con Alberto Methol Ferré.
Resulta relevante destacar el vínculo que tuvo Bergoglio con el pensador uruguayo Alberto «Tucho» Methol Ferré, con quien forjó una profunda amistad desde los años 70. Methol fue un destacado pensador católico y un ferviente defensor de la integración latinoamericana. Su influencia intelectual se extendió en el ámbito teológico, donde fue uno de los impulsores de la teología del pueblo, una corriente que, si bien compartía algunos postulados con la teología de la liberación, se diferenciaba por su énfasis en la autonomía cultural de los pueblos latinoamericanos y la centralidad del pueblo como sujeto histórico.
Lo que unió profundamente a Bergoglio con Methol Ferré fue la visión común sobre el papel de América Latina en el contexto global, particularmente en lo referente a la Iglesia. Ambos compartieron la convicción de que el continente no podía continuar estando a merced de los intereses políticos y económicos de los países del Norte. En este sentido, la teología del pueblo ofició como vínculo teórico que permitió a Bergoglio desarrollar su propia concepción de una Iglesia latinoamericana que desafía las injusticias desde una profunda raíz espiritual.
Tras su muerte a los 88 años de edad, Francisco será recordado como el Papa que habló de justicia en un mundo signado por la desigualdad y el conflicto, y que quiso que la Iglesia se convirtiera en un actor activo de los profundos cambios sociales de nuestra época. La Iglesia para los pobres, que fue uno de los ejes de su período en el Vaticano, tuvo su fundamento en la visión de un mundo en el que los pobres no sean únicamente receptores de caridad, sino y por sobre todas las cosas, protagonistas de su propia liberación.